HISTORIA GENEALÓGICA DEL RATONERO MURCIANO DE HUERTA.

Introducción.

El perro, de la familia de los cánidos, ha sido, desde la prehistoria, un compañero habitual del hombre. El perro doméstico (canis familiaris) ha convivido con el ser humano como compañero de trabajo o animal de compañía en todas las áreas y culturas desde la antigüedad. Sus orígenes son discutidos: algunas razas vendrían del chacal, otras del lobo. Actualmente se tiende a ver un origen común para todas ellas: el lobo.

Aunque podría deducirse que la existencia de un vínculo entre los perros y las personas es un fenómeno contemporáneo, en realidad tiene una larga historia en el mundo occidental y también en otras culturas. De hecho, es un fenómeno tan antiguo que se remonta a los comienzos del proceso de domesticación, siendo este proceso el que hizo surgir sentimientos de confianza y colaboración entre el hombre y el perro en la Antigüedad.

El perro ya estaba presente en las narraciones de la mitología griega y a través de sus escritos podemos descifrar que la cultura griega fue la primera en adoptar al perro como animal de compañía. Los perros también, tuvieron una presencia importante en la civilización egipcia, Anubis, el dios de los muertos, no se ha determinado si era un perro o un chacal aunque ambos están emparentados. En Egipto existieron cuatro razas principales de perros: un lebrel de Dalmacia de origen nubio, utilizado en la caza de la gacela; un tipo dingo; un moloso y un perro de guarda no muy grande que se caracterizada por tener piernas muy cortas, éste era un perro muy extraño, ya que su pecho parecía rozar el suelo, animal hábil en la caza de roedores. Perros que fueron conocidos por fenicios, cartagineses y romanos, y que a través del cruce entre estos perros, se crearon nuevas razas con instintos concretos.

Representación de perros en la Grecia Antigua.
Representación de perros en la Grecia Antigua.
Representación de perros en la Grecia Antigua.
Anubis y representación de perros en el Antiguo Egipto.
Anubis y representación de perros en el Antiguo Egipto.
Anubis y representación de perros en el Antiguo Egipto.

PRIMERA PARTE. BUSCANDO LA IDENTIDAD DEL RATONERO MURCIANO.

1.- Las colonizaciones históricas en Iberia: fenicios, griegos, cartagineses y romanos.

Los fenicios y los griegos eran pueblos mercaderes que iban por todo el Mediterráneo, interesados en los minerales (cobre, plata y oro) y que se establecen en la costa mediterránea, principalmente en el levante peninsular. Los fenicios venían de Tiro (sur del Líbano) fundando factorías mercantiles y comerciales en la Península Ibérica. Proporcionaban productos de lujo en toda la zona donde asentaban sus fundaciones, entrando en contacto con otras culturas del levante peninsular como el pueblo de Tartessos.

En esta época, los griegos fundan la ciudad de Rhode (Rosas), y se fueron extendiendo por todo el litoral levantino para poder comerciar, donde también fundaron factorías comerciales y muy urbanizadas, como el poblado de Emporion (Ampurias) en Cataluña.

Tiro sería conquistada por Babilonia, marchando este pueblo fenicio hacia el norte de África, fundando la ciudad de Cartago, pasándose a llamar cartagineses. Quieren conquistar el Mediterráneo Medio y por ello entran en guerra con los griegos, que no querían que llegaran, ya que los enclaves comerciales de la península con salida al mar Mediterráneo estaban muy cotizados.

A partir del sigo III a.C., los cartagineses entran en guerra con los romanos, pueblo con grandes pretensiones conquistadoras y expansionistas, por el predominio comercial del Mediterráneo. Las llamadas guerras púnicas eran guerras comerciales por la posesión de emplazamientos de interés comercial. Carthago Nova, fundada allá por el 227 a.C., por los cartagineses en el territorio murciano, pasó a ser el centro de las operaciones militares durante estas guerras. En la II Guerra púnica, Aníbal (general cartaginés) ya poseía perros en sus ejércitos que le acompañaban en sus conquistas, ejemplares de tamaño mediano, pelo corto, hocico afilado, estructura compacta y rapidez de reflejos e hiperactividad demostrada en la caza de pequeños animales, pudiendo ser estos canes uno de los posibles ancestros de los actuales ratoneros murcianos.  Los romanos en su lucha contra  Aníbal penetran en la Península Ibérica, futura Hispania Romana. En estas luchas, el perro,  formó parte de estas culturas, siendo tanto la romana como la cartaginesa las que otorgaron al can diversas funciones lo cual daría diversas características morfológicas en función de su utilidad algunas de las cuales perduran hasta nuestros días.

En el Imperio Romano la figura del perro tuvo diversas funciones. Se utilizaban en espectáculos populares y en los grandes circos, donde combatía con poderosos osos, estimulado por la gente, que disfrutaba del derramamiento de sangre, y como perros soldado, acompañando al guerrero en la batalla. También participaba en las cacerías, durante las que muchos perros morían. Por otro lado, en una sociedad tan refinada como llegó a ser la romana, también el perro era una compañía. Los romanos no podían concebir su vida sin el perro, que ya entonces representaba su raza con múltiples especies. En el Imperio Romano, al entrar en una villa romana, rara vez faltaba la inscripción en el piso de mosaicos: “Cave canem” cuya versión castellana es: “¡Cuidado con el perro!” Estos “perros de familia” tenían como antepasado común al moloso  mesopotámico, que con la expansión del imperio fueron distribuidos por todos sus territorios incluidos la Península Ibérica. Los vemos representados en muchos mosaicos. Se trata de animales de gran estructura, orejas cortas y erguidas, piernas de características felinas y fuertes colmillos.

Teniendo presente la importancia de Cartago Nova, actual Cartagena, y su comarca como centro comercial y económico dentro de la organización administrativa de Roma durante su dominio de la península, perpetuando de esta manera la presencia y evolución de las distintas razas de perros que habían sido seleccionados por los romanos en su utilidad. Quedando demostrado a través de los restos arqueológicos la importancia del perro como animal para realizar distintas labores dentro de la civilización romana.

Mosaicos romanos representando escenas de la vida cotidiana con perros.
Mosaicos romanos representando escenas de la vida cotidiana con perros.
Mosaicos romanos representando escenas de la vida cotidiana con perros.

2.- El Medievo. Nacimiento y utilidad de las razas.

Durante la Edad Media, que se extiende desde el fin del Imperio Romano (475 d.C.) hasta el siglo XV inclusive, se sucedieron importantes transformaciones políticas en la Península Ibérica, entre ellas, la invasión musulmana allá por el 711 d.C. Los musulmanes trajeron consigo sus rasgos más característicos: religión, cultura, arte, tecnología… y entre esos rasgos la importancia que se les daba a sus animales de compañía, ya que significaba un rasgo de distinción. Los perros de compañía musulmanes más característicos eran los lebreles o galgos, que descendían de los antiguos perros provenientes del lejano Oriente y norte de África, que compartieron vida con los perros que ya existían en la zona, provenientes de cruces de las culturas griegas, romanas y cartaginesas, ciudad de Cartago Nova, hoy Cartagena (Murcia).

En la Edad Media se crearon nuevas razas de perros basadas en unos criterios distintos a los anteriores, los de animales como mascota y utilidad en el ámbito rural, a pesar de que ya existían razas de perro de compañía, siendo sus fines más importantes el ser perros de defensa, de caza, pero también de pelea y guarda. En aquellos tiempos el perro era un elemento de lujo y era exhibido por la nobleza como muestra de poderío. Sin embargo, la relación entre el ser humano y los animales estuvo sumida en el más absoluto oscurantismo, debido en gran parte a que la Iglesia Católica desaprobaba rotundamente la posesión de animales, por cuestiones morales y contra el orden natural.

Muchas de las razas de perros que hoy en día conocemos fueron creadas durante esta época, y otras muchas fueron traídas de tierras lejanas, ya que estaban muy cotizadas por las clases privilegiadas. La raza de perro Pekinés desciende de varias razas más antiguas de pelo largo del Tíbet, en China; por citar otra raza muy antigua, podemos hablar del Bóxer, cuyos primeros ancestros, el Mastín Bullenbeisser y el Bulldog, se remontan a esta época; el Bulldog era usado por la nobleza alemana en torneos de lucha contra toros (de ahí su nombre). Otro ejemplo es el del Rottweiler, que tiene su origen como raza en esta época. Se criaba como perro de defensa del hombre y del ganado, perros todos ellos descendientes de los antiguos molosos grecorromanos.

El levante murciano en la Antigüedad, se encontraba en una situación privilegiada en la Península Ibérica, ya que su ubicación geográfica hacia el Mediterráneo determinó que muchas culturas, con fines comerciales o conquistadores, atravesaran nuestros territorios plasmando unos rasgos muy concretos. Esta impronta se vio reflejada en la adaptación de la población y su evolución en el tiempo con la creación de elementos autóctonos que otorgaban a este territorio unas características peculiares. Durante la Edad Media la cultura agrícola, artesanal y ganadera marcó la vida de los ciudadanos peninsulares, propiciando en muchos casos la utilización de perros para servir al hombre. Los perros servían al hombre como perros soldado, como perros de caza, pero también como perros de compañía sobre todo para una clase selecta, que buscaba razas muy concretas para su corte.

La mayor parte de perros en la Murcia medieval servían al hombre protegiendo cosechas, ganado, casas… contra ladrones y alimañas del campo, ya que la huerta se extendía, debido a la influencia musulmana. Se utilizaban para servir al amo, alejándose de la concepción de animal de compañía de la clase aristocrática. Así mismo, estos perros de la clase más austera acababan con animales que pudieran provocar y expandir enfermedades como eran las ratas, que proliferaban debido en gran parte por la falta de control e higiene. Por ello la población murciana con menos recursos fue creando nuevas razas de perros, a través de los cruces, que tuvieran poca carga económica y que con el paso del tiempo fueron adquiriendo nuevos instintos en su relación y servicio para con el hombre, perfilándose de esta manera las características raciales del antiguo perro ratonero de huerta de Murcia.

3.- La Edad Moderna. Perfeccionando las razas.

La sociedad de la Edad Moderna estaba muy vinculada todavía al mundo rural en Murcia comenzaba a organizarse el cultivo de la huerta con los sistemas de riego a manta. Era necesario tener una fuerte infraestructura agrícola para poder fabricar y ofertar productos de primera necesidad, para una fuerte demanda, debido al aumento de la población. No obstante, las ciudades habían tomado gran peso y estaban urbanizándose a pasos agigantados.

La posesión de animales entre la población europea fue siendo gradualmente aceptada a partir de fines del siglo XVII y se expandió en forma notoria hacia fines del siglo XVIII. La tenencia de animales como compañía en su forma actual es aparentemente una invención de la Inglaterra victoriana del siglo XIX, gusto que se transmitiría a todas las cortes de los países europeos. Durante este período se produjo el desarrollo de nuevas razas de perros a través del control de la reproducción.

No obstante, la práctica de tener animales domésticos de razas concretas seguía reservada a las clases altas y medias. Se consideraba inapropiado que las clases bajas tuvieran perros domésticos porque carecían de recursos económicos para garantizar su subsistencia. Pero el hombre supo aprovechar los medios que tenía a su alcance y adaptó su modo de vida a las circunstancias que les tocaba vivir. Por ello, era evidente que las clases bajas no pudieran sostener ciertos tipos de razas de perros, en su mayoría grandes cánidos, ya que su coste y mantenimiento se excedía demasiado, pero ello no impidió que pudieran tener perros. No buscaban grandes perros, sino canes de talla mediana, que fueran hábiles, fuertes, astutos y celosos en la defensa de su amo y perseguidores de alimañas que pudieran acabar con futuras cosechas y causar destrozos en gallineros.

Durante la Edad Moderna, se sucedieron múltiples plagas de ratas y ratones que mermaron ampliamente la población europea, ya que eran portadores de enfermedades, afectando en gran medida a las ciudades, cuyas infraestructuras no solventaban las necesidades de una población en continuo ascenso, proliferando la falta de higiene y salubridad. No obstante, el campo no se vio alejado de estos fenómenos y ello determinó que en muchos países se fomentaran la cría de perros que tuvieran un instinto ratonero y persiguiera a estos roedores para darles muerte. Por ello, la raza de los terrier (antiguos venatici romanos) fue en aumento durante estos años, ya que su gran olfato, vista en la oscuridad y orejas erguidas y muy sensibles, otorgaban unas características que los hacían únicos para luchar contra estas plagas y atacar a la presa en cuestión. En otro sentido, esta raza de perros rateros servía a las clases adineradas como meros objetos de disfrute y en muchos lugares de Europa, sobre todo en Inglaterra, se realizaban juegos en donde competían para intentar cazar el máximo número de ratas posibles.

Fueron los campesinos los que seleccionando a los ejemplares mas eficaces en estos menesteres, fijaron características raciales en los ratoneros que perduran hasta nuestros días, su pelo corto, sus orejas erguidas, un afilado hocico útil para hurgar en madrigueras, siendo el ratonero de huerta murciano un can altamente valorado por sus cualidades de guarda, exterminador de alimañas y defensor de las aves de corral, muy importantes en la economía familiar de la época.

Caza de ratas y ratones: Juego en la Europa del s. XIX.

SEGUNDA PARTE. LA EDAD CONTEMPORÁNEA: LOS ANTECEDENTES MÁS DIRECTOS DEL PERRO AUTÓCTONO MURCIANO.

4.- El Ratonero Murciano: Genealogía y tradición en la huerta de Murcia.

Hace más de mil años, los árabes decidieron aprovechar la riqueza de los suelos de Murcia y, haciéndolos de regadío, crearon la Huerta. Nada habría sido posible en este municipio, en el que se funden veredas, ramblas y montes, sin el río Segura. Murcia es una ciudad fundada en el año 831 por Abd-Al- Rahman II en un enclave privilegiado, en el centro del Valle del río Segura. Gracias a su favorable situación geográfica, en un rico valle no lejos del mar, la agricultura y la artesanía se desarrollaron rápidamente. La ciudad no hizo sino incrementar su importancia tras su reconquista por el rey Alfonso X (1266), cuando se fundó en ella la Universidad y se convirtió en sede episcopal. Fue en el siglo XVIII cuando alcanzó su apogeo, ya que se produjo la nacionalización de la explotación de la Huerta y el desarrollo de la industria de la seda que enriqueció la ciudad, en esos momentos el perro ratonero adquirió gran protagonismo por su utilidad y adaptación a los nuevos tiempos.

Murcia no se entiende sin su huerta extendida por toda la Vega Media del Segura, ocupa la llanura en declive entre dos cadenas montañosas paralelas, por las que discurre el río Segura en su marcha hacia el mar. Este río, que históricamente, ha vertebrado el territorio, la economía y la cultura de la Región de Murcia, a lo largo de su curso ha ido creando vegas muy fértiles aprovechadas desde siglos por sus pobladores. Hace unos 1.100 años, los árabes decidieron aprovechar la enorme riqueza de estos suelos, haciéndolos de regadío y creando, con ello, la huerta. Durante el siglo XIX y XX, la huerta de Murcia estuvo ligada a tradiciones y costumbres que desde antaño servían de modo de vida para muchos murcianos. Nuestra industria de la seda iba en aumento y en los almacenes del preciado tejido los roedores causaban estragos, fue de esta manera como el ratonero se introdujo a vivir en los almacenes de las sederías de Murcia.

El espacio agrario se ampliaba, cultivándose a la antigua usanza, ya que las nuevas tecnologías se utilizarían más tardíamente en nuestra región.

Labores agrícolas de la huerta de Murcia.
Labores agrícolas de la huerta de Murcia.

 

Ya desde los siglos XVI-XVII  se constata la existencia del ratonero de Murcia, en tratados de la época se describe como canis villaticus o perro de huerta, definiendo así al perro que tenían los huertanos. En el siglo XVIII se les conoció también como perro de acequias, pues luchaban contra las ratas que en los conductos de regadío proliferaban.

Los ratoneros de la huerta de Murcia se convirtieron en fieles compañeros de tareas para los agricultores, pero a su vez aumentaba su popularidad entre los campesinos debido a su destreza como exterminador de ratas y siendo a su vez buen compañero de juegos de los zagales en la vida cotidiana de la huerta.

Son populares los cantares de la población de la huerta de Murcia cuando al anochecer alrededor de la lumbre en la barraca huertana, se narraban las hazañas que los ratoneros realizaban durante el día, cazando roedores o avisando de cualquier incidencia ocurrida a lo largo del día.

Huertanos en Murcia.

Era característico que muchas de estas tierras pasaran de padres a hijos y así sucesivamente, ya que la agricultura y la ganadería eran el sustento de muchas familias, cuyos trabajos de labor eran aprendidos de generación en generación, y sus pedazos de tierras eran protegidos con gran ahínco y entrega. En esta tradición agrícola y ganadera, el perro formaba parte de la vida de estas personas, que recurrían a este animal para que les acompañase y además otorgara una protección tanto en la vivienda, contra ladrones y desconocidos, como en los cultivos, contra alimañas, principalmente ratas y ratones. Por ello era necesario que estos perros tuvieran el instinto ratonero, que habían desarrollado durante la Edad Moderna, a través del cruce de perros y la  consanguinidad. Por ello, en Murcia se desarrolló una raza que albergara ese instinto y además tuviera la pequeñez y agilidad que los perros de la Antigüedad, traídos de tierras lejanas tenían, marcando unos rasgos característicos del ratonero murciano de huerta durante esta época, perfeccionándose la raza hasta la época actual.

Existen teorías que intentan justificar la aparición de esta raza con cruces de perros autóctonos murcianos y terriers. El ratonero murciano ha permanecido vinculado a la vida rural, siempre escasa de recursos. Es posible que su descendencia derive de aquellos perros que introdujeron los cartagineses, ya que el comercio de ultramar permitía un contacto más directo con otras culturas que se situaban en el Mar Mediterráneo. La impronta de la cultura cartaginesa principalmente, unido a la romana, e indirectamente la egipcia, como también la musulmana, permitió crear unas razas autóctonas concretas, que desde la costa fueron introduciéndose hacia el interior de la región, según la utilidad que se les daba a estos perros. Con la proliferación de cultivos y extensión de la huerta de Murcia, durante el Medievo, estos perros fueron adquiriendo una serie de instintos que permitieron que esta raza poco a poco fuera fijando sus caracteres. Se afirma que pueden tener cruces con la raza Fox Terrier, traídos por ingleses durante el siglo XVIII y siglo XX, con unos instintos concretos funcionales entre ellos parece como más probable la aportación del Toy Terrier Inglés o de sus antecesores (Manchester, Black and Tan, etc.), suponemos que mezclados con otro tipo de perro de la zona, heredero de la morfología de las culturas antiguas y adaptado a las diferentes condiciones ambientales, funcionales y humanas, continuado por una cría muy endogámica. El comercio con los ingleses propiciaría la llegada de estos perros, con instinto ratonero, que desempeñaban su función también en los barcos. Si analizamos todos los países donde los ingleses han llegado y sobre todo por barco, encontraremos perros similares en otros lugares y territorios del levante y sur español. En España los ejemplos más significativos son el ratonero valenciano (Gos Rater), ratonero mallorquín (Ca Rater) o el ratonero bodeguero andaluz, encontrando semejanzas con el terrier japonés, el terrier brasileño y algunos otros, siendo la semblanza bastante grande lo cual demostraría que los ingleses en sus viajes distribuyeron ejemplares de estas características por todo el mundo.

Las referencias orales más actuales, sobre la existencia del ratonero murciano de huerta, nos remontan a finales del siglo XIX y principios del XX,  donde el ratonero ya era conocido y muy popular en la zona, acompañando al huertano en las labores del campo, por lo que su antigüedad sería bastante mayor. Su mayor difusión coincide, en el tiempo y en el espacio geográfico, con el auge del cultivo de los cítricos tras la Guerra Civil española. El ratonero era muy apreciado por sus propietarios y pese a ser popular, su control era muy estricto, teniendo a gala los criadores el poseer ratoneros que no se hubieran cruzado con Pinscher o Chihuahua, cuando estas razas fueron más populares, hablando siempre de pureza y descartando ejemplares que no respondieran al tipo. Concentrándose la cría en algunas personas o familias se producía la endogamia, debido al  miedo de introducir sangre impura en sus grupos de cría. Esto produjo una fijación de caracteres que otras razas más consolidadas o con control de genealogía de años envidiarían, también favoreció la selección las barreras geográficas naturales, pues impidieron la llegada de ejemplares de otras razas. El ratonero murciano se utilizaba en la caza de ratas y ratones tan proclives a desarrollarse en las bodegas, graneros y cuadras. Igualmente, se utilizaba para la caza del conejo y la liebre y en el desalojo de alimañas de sus madrigueras, ya que resultaba bastante ágil, fuerte y rápido en esta labor. Era un perro del campo y compañero de las labores diarias del hombre de la huerta. El  ratonero murciano, es una raza de perro autóctona, cuya mayor concentración de ejemplares se da  en la comarca de Lorca, siendo muy apreciada su presencia en las fábricas de curtidos y almazaras de esta localidad a principios y mediados de siglo XX.

Jornaleros con ratonero a los pies.

Una vez el trabajador del campo llegaba al huerto, el ratonero quedaba atado a la sombra del árbol más cercano, donde estaba el agua y la comida del labrador o atado al carro, sobre una manta, mientras su amo labraba con el caballo. Mientras el ratonero estuviera junto a las pertenencias no habría persona o animal que lograra acercarse a ellas, ni siquiera en la lejanía. Avisaría de cualquier peligro, haciendo frente a cualquier intruso sin importarle su tamaño. Una vez finalizada la jornada laboral en la huerta, su misión era la de mantener libre de roedores y alimañas la casa de sus amos y los graneros donde se almacenaban las cosechas y productos recolectados, alimento codiciado por los roedores.

5.- Nuestra historia más reciente: los últimos treinta años del Ratonero Murciano.

Retrocediendo al año 1935, surgió un gran aficionado y entusiasta del Ratonero Murciano, hablamos de Don Pedro Manzanera Cano, que vivió durante muchos años en la Ramblilla de San Lázaro de Lorca, situada en la falda del famoso castillo lorquino. Junto a su casa se encontraba en ruinas una vieja iglesia, y allí es donde empezó a guardar sus primeros ratoneros ya que en su casa el espacio era muy reducido.

Con el transcurso del tiempo, nos comenta que su primera pareja de ratonero murciano la adquirió del Molino de Don Juan de Dios Valdés. Al fallecer el propietario del Molino de Don Juan de Dios Valdés, debido a la gran amistada que les unía, se hizo con otras tres hembras y un macho que unió a la pareja anterior. Con estos ejemplares más un macho recogido del Molino La Rambla, en el barrio de San José se inició en la cría de este perro y con el paso de los años fue fijando una línea a nivelo de belleza y trabajo, que se extendió en barrios como Santa María, San Juan, San Pedro y otros.

En todos estos barrios el que no tenía un ratonero, reclamaba en muchas ocasiones a los dueños de estos perros para que les libraran de las ratas y otros roedores, que por entonces eran una plaga. Pedro, un gran aficionado a la caza por aquellos años, sobre todo de conejos cuando muchos utilizaban el hurón, él lo hacía con el ratonero introduciéndolo en la madriguera para que este le facilitara la caza.  Es de elogiar su afición ya que con pocos ejemplares y de distintas tallas de 28 centímetros hasta 40 centímetros, conseguiría que has los más chicos hicieran su tarea igual que los de mayor tamaño.

Este aficionado jamás vendió un perro, quería que no se perdiera y se extendiese ese gran guardián de patios, molinos y casas de campo que es el ratonero. Se encontraba en todas las zonas donde había roedores, de este gran aficionado. Aún quedan algunos ejemplares y descendientes, como una hembra llamada Estrella con 23 años, propiedad de José Pérez-Castejón piernas y un macho llamado Golfo de 14 años propiedad de Antonio Pérez-Castejón y otros más.

Don Pedro era estricto para la reproducción de este perro, no todo le valía aunque fuese bueno y le gustase, pretendía saber las virtudes de ese animal y de donde venía su pasado. Para introducir sangre nueva en su crianza le ofrecieron un macho, que lo tuvo en casa para comprobar su carácter, temperamento y con el tiempo se logró recoger toda la información de su procedencia, siendo ésta del Molino junto al Convento de las Clarisas de Lorca, siendo este perro blanco con machas negras. De este convento las monjas le ofrecieron una hembra que se refugió en el convento con las mismas características del macho. Con estos ejemplares más los suyos consiguió ejemplares de belleza, con buena fuerza física y con gran instinto cazador de lo mejor que se había conocido en esta zona. Las capas que Don Pedro mantuvo durante muchos fueron las siguientes: capa tricolor, (dominando el negro), bicolor blanco y negro (dominado el blanco) y el negro y rojo fuego (dominando el negro). De este criador se extendió este perro a muchos rincones de la huerta de Lorca de los que hoy tenemos descendencia.

Hoy en día, el ratonero murciano sigue mostrando excelentes aptitudes para la defensa y protección de la huerta de Murcia, pero su censo y popularidad se están incrementando últimamente al integrarse como animal de compañía en el medio urbano. Actualmente, se trabaja en su recuperación desde 1997 y en la definición de su patrón racial. Como contribución a estos objetivos, recientemente se ha iniciado un estudio en la Comunidad Autónoma de Murcia, llevado a cabo por la Asociación Canina  de la Comunidad Autónoma de Murcia (ACCAM) entidad oficial en cumplimiento del RD 558/2001 de 25 de mayo, junto con el Club del Ratonero Murciano formado por iniciativa y con miembros de la ACCAM, incluyendo una reseña completa de la morfología externa de todos los ejemplares localizados, siempre en zonas rurales donde por razones obvias se trabajo por mantener esta raza tan ligada a nuestra historia y evolución de Murcia, de la huerta y de la vida de nuestros antepasados .

El Ratonero Murciano y sus ancestros han evolucionado como raza canina autóctona llegando paralelamente y compartido en todo momento la historia de una comunidad con cultura y personalidad propia, la Comunidad Autónoma de Murcia. 

– Fuentes y Bibliografía.

– Atlas de la Historia Universal. The Times/ Clarín: Editorial Santiago. Chile.

– Arévalo, E; Sánchez, R. y Cuchoud, R.: Hidrología histórica del Segura (1535-1879) (Secas, riadas, rogativas, calamidades, trabajos y esperanza), Centro de Estudios Hidrográficos, Madrid, 1975, 104 pp.

– Ayala, J. A.: El regadío murciano en la primera mitad del siglo XIX, Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia, Murcia, 1975 128 pp.

– Crespi, M.: Perros autóctonos mallorquines. Trabajo monográfico, Cátedra de Etnología, Facultad de Veterinaria de Zaragoza, 1985 p. 37-58.

– De Benito, E. y Malo. R.: Las razas caninas españolas, Ed. Hispano-Europea, Barcelona, 1992.

– De Dios, J.: “Antiguos perros de caza españoles I y II”. Revista Trofeo, Octubre 2001, pp. 68-70.

– Enciclopedia Canina: Ediciones Anessa/Rizzoli. Italia.

– Enciclopedia del Perro: CDware Multimedia. España.

-Enciclopedia del Perro: Ediciones Urmo S.A. España.

– Hernández Cortés, J.: Comunicación personal, 1998.

– Riquelme Manzanera, Á.: “El museo etnológico de la Huerta de Murcia (tradiciones, costumbres y artes populares de la Región de Murcia)”, Anales del Museo Nacional de Antropología, ISSN 1135-1853, Nº 2, 1995, págs. 237-254.

– Sarazá, R. 1963. Canicultura. Salvat Editores, Barcelona, 1963, pp. 767.

– Show, V.: “How to chose a dog and how to select a puppy”. Our Dogs Publishing C. O., Ltd. Manchester, 1896.

– Testimonios orales: Don Pedro Mondéjar y Don Antonio J. Pérez-Castejón.